Brazos alados – Nido de cigüeña

Si hablaras con una cigüeña vieja, una veterana de aquella con un pliegue ligeramente curvado por el peso de tantas almas traídas al mundo, y le preguntarías si hay alguna diferencia entre pollitos humanos y pollitos de ángel, algo. me hace pensar que se encogería de hombros y respondería «ninguno».

Probablemente una primera prueba en este sentido es que ni siquiera los más pequeños marcan la diferencia.

Al igual que los cogollos recién eclosionados, no cabe duda del primer par de patas que les salen por delante, divinas o no.

No sé cómo continúan las cosas en el mundo de los ángeles, pero aquí, entre el común de los mortales, la confianza debe mantenerse con amor.

Si te sientes amada, un bebé te mira a los ojos con algo mucho más grande que la confianza: con fe.

Reúne en tus ojos un entusiasmo sin fin por la vida, un deseo intrépido de aprender, una certeza inmejorable de que, mientras estés allí con y para él, todo estará bien.

Sus ojos entrelazan entusiasmo, asombro, alegría, exuberancia y vitalidad como los 7 colores del arco iris formaban un arco de luz hacia tus ojos.

La mirada de un niño que cree es algo muy especial.

Nunca intercambias esa mirada con nadie, ni siquiera con el amor de tu vida.

Los adultos tienen una especie de tercer párpado, detrás del cual esconden sus pensamientos.

Porque, aunque los polluelos vengan del mismo lugar, los que nos son asignados crecen y se vuelven humanos. Con todo lo bueno y lo malo.

No se necesitan plumas para que un bebé se sienta amado.

Excepto que haría que la depilación sea infinitamente más dolorosa, no te ayudaría en absoluto.

Pero necesitas paciencia, mucha.

Una mente flexible, para que puedas ver las cosas desde el arranque y un corazón permeable, dispuesto a aprender a disfrutar más de la empatía que de uno mismo.

Necesitas respeto por toda la vida condensada en la diminuta criatura en tus brazos. Y brazos fuertes.

Puede que no sean alas, pero los bebés humanos saben que de ahí surge el coraje para descubrir el mundo. En los brazos está el sueño más suave, la leche más dulce, el horizonte más amplio.

Los brazos calman, protegen, guían, acarician, apoyan, juegan, abrazan.

Son torre de observación, rampa de lanzamiento, confesionario, arac, escudo y columpio. Está en casa en cualquier parte de este gran mundo.

Así es, somos humanos y tenemos que trabajar por todo. Incluso por el amor de nuestros hijos.

Pero si creemos que nos fueron regalados no para tener a alguien que nos ame, sino para poder amar incondicionalmente, con todas nuestras locomotoras y para siempre, podríamos decirle a la vieja cigüeña que a veces no somos grandes diferencias entre humanos y ángeles. incluso después de que crezcan.

Artículo escrito para Mommy’s Nest Dana Bodarnea, una artista de palabras y con una fuente de auténtica inspiración: su brote de vida llamado Mara. También puedes disfrutarlo aquí: https://speologieafectiva.blogspot.ro/. Y de forma más pragmática, aquí: https://www.primiicercei.ro/. ¡Consejos para madres de niñas! 😉
Fuente de la foto: www.fotolia.com

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